Desde la Amazonía hasta el Ártico, los bosques de todo el mundo arden. En los últimos años, hemos observado cómo incendios catastróficos arrasan la Amazonía brasileña, poniendo en peligro el bosque con mayor biodiversidad del mundo. En Indonesia, los incendios anuales programados para despejar el terreno para las plantaciones de palma aceitera devastan las antiguas selvas tropicales de Kalimantan y Sumatra. Incluso las amplias extensiones heladas de Siberia y Alaska se han visto plagadas por incendios sin precedentes. A medida que se activa la alarma mundial, muchos se preguntan por qué nuestros bosques están ardiendo, ¿y de quién es la culpa?
La respuesta es compleja, pero en la raíz de todo encontramos una destructiva combinación del cambio climático y el uso irracional de la tierra.
Tala y quema de deforestación
La inmensa mayoría de los incendios en la Amazonía e Indonesia son provocados por el hombre e intencionales, como resultado de la deforestación ilegal y la limpieza de tierras de cultivo. Los incendios forestales son, de hecho, bastante inusitados en las selvas tropicales, debido al alto índice de humedad reinante. Incluso en la estación seca, la flora suele estar demasiado húmeda para que los rayos provoquen un incendio o para que se produzcan incendios accidentales (de una fogata o un cigarrillo).
Las empresas agrícolas despejan vastas extensiones de bosque virgen y prístino para abrir espacio para el pastoreo de ganado (en Brasil) y las tierras de cultivo (soja en Brasil, aceite de palma en Indonesia). La forma más económica y rápida de lograrlo en condiciones tan húmedas es talar los árboles y la maleza con motosierras, dejar que se sequen durante un mes y deshacerse de los escombros quemándolos.
Pero el daño no se detiene ahí. La limpieza a gran escala interrumpe los procesos que dan su nombre a la selva tropical: la capacidad de absorber, almacenar y reciclar el agua a través de la lluvia. A medida que el suelo se seca y se pierde la cubierta arbórea, el bosque pierde su resistencia al fuego y se torna propenso a él. “Este es uno de los aspectos más traumáticos que puede experimentar un ecosistema”, explicó Nigel Sizer, director de programas de Rainforest Alliance. Los árboles de corteza delgada que habitan los bosques tropicales no presentan una resistencia natural al fuego, por lo que las llamas simplemente consumen todo a su paso.
Políticas incendiarias: abrir el bosque tropical a la explotación
En Brasil, el debilitamiento de la aplicación de la ley ha empeorado las cosas. Los científicos, las ONG y numerosos líderes mundiales coinciden en gran medida en que la real crisis es política. A principios de 2005, Brasil había avanzado notablemente en la lucha contra la deforestación a través de firmes sistemas de monitoreo y alerta para ayudar a la policía. Sin embargo, desde que el presidente Jair Bolsonaro asumió el cargo en enero de 2019, el gobierno despidió a los principales expertos en deforestación del país, interrumpió los fondos de las agencias ambientales y comunicó a sus partidarios en voz alta y clara que el bosque tropical está disponible para la explotación.
Lo peor puede estar aún por venir. Los incendios actuales en realidad arden en zonas que fueron deforestadas en mayo y junio. “Las áreas recientemente deforestadas continuarán ardiendo durante los próximos meses”, advirtió Ane Alencar, directora científica y experta en incendios de nuestra organización asociada de primera línea brasileña, el Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazônia.
Incendios forestales y quema controlada
Los incendios forestales conforman una parte natural de muchos ecosistemas forestales, y a menudo desempeñan un papel vital en su ciclo vital de renovación. Las secuoyas gigantes de California, por ejemplo, dependen de incendios periódicos (naturales o artificiales) para despejar la maleza y germinar sus semillas.
A lo largo de los siglos, numerosas comunidades agrícolas de todo el mundo han empleado la quema controlada de forma responsable para gestionar sus tierras. Actualmente, las imágenes de satélite muestran incendios en vastas extensiones de bosques en África Central, pero los expertos señalan que forman parte de un ciclo tradicional de quema que manejan los agricultores para estimular un nuevo crecimiento en la sabana.
No obstante, la actual crisis climática ha multiplicado la probabilidad de que tanto los incendios forestales como los ciclos de quema tradicionales se descontrolen rápidamente. El aumento de las temperaturas y la incidencia del calor extremo secan los ecosistemas hasta llevarles a un punto de vulnerabilidad extrema. De manera alarmante, el Ártico, que se calienta dos veces más rápido que el resto del planeta, experimentó un aumento dramático en el número de incendios forestales este verano, desde el este de Siberia hasta Alaska y Groenlandia.
Un punto de inflexión para el calentamiento global
No hay disensión desde el punto de vista científico, debemos actuar ya. Los bosques, especialmente los tropicales, son una parte crítica de la solución climática global. Sin su potencial de almacenamiento de carbono, no podemos controlar el calentamiento de la Tierra. Este año, científicos anunciaron que el sureste de la Amazonía ha pasado a convertirse en un productor neto de carbono, lo cual significa que emite más carbón del que absorbe. Por lo pronto, otras partes de la Amazonía mantienen su equilibrio, pero si no hay un cambio radical en las políticas de Brasil y Bolivia, el bosque húmedo de la Amazonía podría alcanzar rápidamente un punto de colapso ecológico del que no habrá retorno, en un plazo que sea significativo para los humanos. Si la pérdida de árboles supera el umbral del 20-25 por ciento, la cuenca en su totalidad perdería su capacidad de absorber dióxido de carbono. La tierra se convertiría progresivamente en una seca sabana como el vecino Cerrado. Al igual que con el deshielo del permafrost ártico, esto liberaría miles de millones de toneladas de carbono a la atmósfera, acelerando el calentamiento global y desencadenando un círculo vicioso de aumento de las temperaturas y más incendios.
La crisis en la Amazonía ha sido un poderoso recordatorio para todo el mundo de que debemos mantener los bosques en pie para tener la oportunidad de estabilizar nuestro clima. Debido a que las causas de la destrucción del bosque son tan variadas y complejas, la protección de los bosques requiere una colaboración e inversión sostenidas. En Rainforest Alliance, adoptamos un enfoque integral de 360 grados para detener la deforestación, uno que pone a las comunidades y los medios de vida en su centro. Desde trabajar con empresas para construir cadenas de suministro éticas y avanzar en políticas de sostenibilidad hasta impulsar las economías rurales en colaboración con las comunidades forestales. Juntos, seguiremos alzando nuestras voces para una acción inmediata más audaz y a largo plazo de nuestros líderes mundiales para mantener intactos los preciosos bosques de nuestro planeta.