Hace 20 años, Álvaro Alvarado Montealto dejó su ciudad natal en Rivas, Nicaragua, donde acababa de terminar sus funciones como alcalde, para perseguir el sueño americano. Pero antes de emprender el camino a Estados Unidos, decidió visitar a sus familiares en Bribri, la capital del cantón de Talamanca en Costa Rica, cerca de la frontera con Panamá. La región es hogar de la población indígena más grande de Costa Rica y de algunos de sus bosques más importantes.
Álvaro nunca llegó a los Estados Unidos. Él nunca dejó Bribri.
Siguiendo la recomendación de su tío, visitó la granja bananera local, Platanera Río Sixaola, una de las dos primeras fincas Rainforest Alliance Certified del mundo, y de inmediato consiguió empleo como trabajador de campo. «Encontré un hogar aquí», dijo, mientras examinan la verde extensión enclavada entre el Refugio Gandoca Manzanillo, que contiene el único manglar intacto en la costa atlántica, y el Parque Internacional La Amistad, un sitio Patrimonio Mundial que protege la mayor área de cuencas hidrográficas y bosques de tierras altas inalteradas en el sur de Centroamérica.
«Me encantó el lugar y me encantó lo que estaba haciendo la finca», contó Álvaro. Dedicó su vida a su nuevo hogar, ascendiendo desde el campo hastaconvertirse en el gerente de sostenibilidad en Platanera Río Sixaola, una propiedad de 275 hectáreas. La finca, fundada por el inmigrante alemán Volker Ribniger en 1989, se ha convertido en un modelo de sostenibilidad reconocido internacionalmente.
«Estamos ubicados en un lugar privilegiado, por lo que estamos haciendo todo lo posible para conservarlo para las generaciones futuras. Eso significa que nuestro negocio principal aquí no es producir banano; nuestro negocio principal es producir biodiversidad, aire limpio y suelos más fuertes», afirmó Álvaro, de 53 años. Con la energía de un adolescente y el conocimiento enciclopédico de un científico, explicó las exhaustivas prácticas de sostenibilidad de la finca para proteger la salud del suelo, los cursos de agua y la fauna silvestre locales.
Los trabajadores de campo emplean el deshierbe manual selectivo, en lugar de usar herbicidas tóxicos, permitiendo que la cobertura del suelo alimente el suelo y lo ayude a retener la humedad. «A los suelos les encanta la cobertura del suelo. Puedes encontrar mucha vida aquí”, aclaró Álvaro, hundiendo las manos en la tierra para mostrar los numerosos insectos que había debajo. «Los suelos son los principales activos que tenemos como agricultores, y no podemos darnos el lujo de destruirlos». La finca incluso produce sus propios biofermentos orgánicos y lombricompost.
¿Cuáles son el orgullo y la alegría de Álvaro? Los 30,000 árboles nativos plantados en toda la finca, entre las plantas de banano. Platanera Río Sixaola ya tiene un 100 por ciento de carbono neutralidad y su personal está construyendo un enorme corredor biológico para conectar la plantación con sus bosques secundarios de 93 ha. Además, un bosque de melina proporciona madera para la elaboración de paletas, y las zonas de protección forestal protegen los cursos de agua locales y los bosques vecinos. El objetivo es tener un total de 70,000 árboles que proporcionan refugio y alimento a la fauna local, incluyendo 72 especies de animales nativos y en peligro de extinción que monitorean con cámaras trampas.
Álvaro recitó una impresionante lista de proyectos de conservación que supervisa con contagioso entusiasmo: «hoteles» de murciélagos, la energía solar que impulsa el 100 por ciento de las operaciones agrícolas, bolsas biodegradables para cubrir los racimos de banano, un pesticida natural hecho con chile y ajo para reemplazar pesticidas químicos en todas las plantas menos las más infectadas, un proyecto de monitoreo del agua para arroyos locales, un programa de educación ambiental en la escuela local, un apiario y un laboratorio de biotecnología para cultivar hongos beneficiosos y bacterias fijadoras de nitrógeno para los cultivos.
«Queremos mostrarle al mundo que se puede cultivar banano mientras se conserva e incluso se restauran los bosques. Y también ocuparse de los trabajadores, la comunidad, la gente. Nos cuesta mucho dinero, pero los compradores y consumidores saben lo que están obteniendo y lo respaldan cuando compran nuestros bananos», concluyó.