Al conmemorar el Día de las Habilidades Juveniles, las Naciones Unidas nos recuerdan que la prolongación de la pandemia por COVID-19, provoca una interrupción generalizada del sector de la enseñanza y formación técnica y profesional, siendo los jóvenes de entre 15 y 24 años quienes están particularmente expuestos a las consecuencias socioeconómicas de esta circunstancia.
Desde que, en 2001, iniciamos nuestro trabajo con niños y jóvenes en varios de los países en dónde ejecutamos nuestros diversos programas, hemos constatado la importancia de que ellos cuenten con herramientas técnicas y académicas que les permitan contribuir a la conservación de su entorno natural y sus tradiciones ancestrales al tiempo que construyen para sí mismos un mejor futuro, al mejorar sus medios de vida.
María de Dolores Jiménez Méndez, una joven vecina de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, en el estado de Campeche, México, es un claro ejemplo de ello. Ella participa de la iniciativa Nuestra Selva, Nuestro Futuro y recién fue aceptada para estudiar en la Universidad Earth en Costa Rica con una beca completa. Dolores es la cuarta estudiante becada, en estos primeros tres años de nuestro programa.
En comunidades rurales cómo las de Dolores es muy difícil mantenerse en las aulas, especialmente para las mujeres. La joven siempre ha tenido una conexión a la tierra, acompañando a sus padres en la finca familiar fue donde entendió lo importante que estos cultivos son para la autosuficiencia de su familia. Pero su sentir no es la regla, sino la excepción. Dolores sabe que a sus compañeros no les interesa el campo, cómo muchos jóvenes a nivel mundial que están dejando sus comunidades y no siguen ni participan en actividades productivas.
Al comprender la importancia de mantener esa conexión y la importancia de la agricultura rural para el bienestar de las familias, Dolores decidió trabajar en ello, pero de forma distinta, aplicando conocimientos de conservación y protección del medio ambiente para mejorar las prácticas agrícolas de sus padres y abuelos. Las aulas universitarias le darán las herramientas para cumplir su propósito.
Jóvenes cooperativistas.
Alta Verapaz es el tercer departamento más poblado de Guatemala y el más rico en recursos naturales. Pero casi el 90 por ciento de sus residentes, la gran mayoría de los cuales son indígenas Mayas Q’eqchi o Poqomchí, viven en pobreza y el 47 por ciento en pobreza extrema. El desempleo juvenil también es alto.
En aras de contribuir a solventar esta situación, nos integramos al programa de capacitación que impulsa la Federación de Cooperativas de las Verapaces (FEDECOVERA) a través de nuestra iniciativa Clima, Naturaleza y Comunidades en Guatemala que cuenta con el respaldo de USAID.
En unos de los primeros talleres que brindamos participó Martha Pacay, de 25 años, indígena Maya Q’eqchi ‘, quien produce café y chocolates orgánicos en la parcela familiar; tras los entrenamientos en métodos de cultivo más sostenibles y amigables con el clima, así como en gestión empresarial y finanzas que recibió, mejoró su productividad, se integró a la cooperativa juvenil de FEDECOVERA, y ha generado ingresos durante durante la pandemia, a través de su emprendimiento Café y Chocolate Ixmucané.
“Como jóvenes sabemos que somos agentes de cambio en nuestra comunidad y conocemos los desafíos de la vida diaria que enfrentan los jóvenes, así como las oportunidades como la educación y el financiamiento, y cómo podemos innovar”, afirma Pacay, la joven estudiante de agronomía que ha encontrado en las aulas los recursos necesarios para potenciar sus habilidades.